Sema D’Acosta: «Hacer algo puntual no tiene importancia, aunque sea en el MoMA. Lo meritorio es permanecer»

Sema D’Acosta (Gerena, Sevilla, 1975), trabaja como crítico de arte y comisario independiente. Es miembro del Consejo de Críticos de Artes Visuales de España y comisario colaborador de SCAN (Spanish Contemporary Art Network). Ha publicado varios libros especializados sobre arte contemporáneo, entre otros ‘Stand By_012. Guía de fotografía andaluza actual’. Hasta finales de marzo puede visitarse en la sala Canal de Isabel II de Madrid la exposición Imago, ergo sum, una ambiciosa muestra que reúne nueve proyectos de Joan Fontcuberta de la que Sema D’Acosta ha sido responsable.

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Imagen cortesía de Sema D’Acosta

Comienzas a interesarte por la fotografía porque según tus palabras «es el medio que mejor responde a nuestro tiempo», idea que materializas en tu proyecto comisariado de 2010, Afterpost. Más allá de la fotografía. ¿Qué conclusiones extrajiste de aquella experiencia?

Realmente, ése fue casi el principio. Ahí decidí decicarme a la investigación y tomar la fotografía como referente en relación con la expresión actual, sin duda es el medio que mejor retrata nuestra época y con más rapidez está cambiando. Cuando recibí ese encargo, me planteé muy bien qué quería hacer. No me conformaba con una exposición cualquiera, sino que le di muchas vueltas para hacer algo que de verdad supusiera un crecimiento, fue un paso importante que medité mucho.

Mi mejor aprendizaje de Afterpost fue que debía ser ambicioso y no conformarme, que debía aspirar a proyectos que dimensionasen la obra de los artistas que seleccionaba, que les hiciera crecer, siempre mirando al futuro, nunca a lo ya hecho. Al final resultó un proyecto sólido que se fijaba en el camino que tomaba la fotografía en lo venidero; ése fue su éxito, entender que lo que venía, igual que en las etnias, las comidas o el lenguaje, tenía que ver con la mezcla, en este caso las disciplinas expresivas. La fuerza impulsora de esa fusión es la capacidad de empapar todo lo que permite la fotografía, que casi sin esfuerzo supera las ortodoxias y derribar ideas preestablecidas en torno a algo tan difícil de delimitar como lo fotográfico. Muchos, por ejemplo, ahí escucharon por primera vez la palabra posfotografía. Esa exposición tuvo mucha repercusión e hizo que gente importante para mí, gente que se dedicaba a estudiar la fotografía, creyera en mis posibilidades y me tuvieran en consideración.

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Detalle exposición Imago, ergo, sum. ©Pedro Martínez de Albornoz

Siguiendo con lo anterior, ¿cuál es el camino actual de la fotografía respecto al resto de disciplinas artísticas?

A poco que se indague en el significado actual de una imagen fotográfica, es innegable admitir desde cualquier punto desde el que nos posicionemos, que hoy encontramos en su praxis un sinnúmero de registros nunca vistos antes. No se trata sólo de una cuestión ontológica que tenga que ver con su reconsideración teórica a partir de los impensables avances tecnológicos vividos en las últimas décadas, sino más bien de reflexionar sobre su capacidad de expansión e influencia en la expresión contemporánea actual. De hecho, es sumamente llamativo cómo este medio ha pasado en muy poco tiempo de una posición de marginación que levantaba mucho recelo en los círculos artísticos tradicionales, a ocupar de manera dimanada cualquier campo creativo y anegar todos los terrenos posibles.

Si recurrimos a una metáfora que podría ser válida para intentar comprender esta transformación que ha llevado a la fotografía del ostracismo a la omnipresencia, podríamos referir que su naturaleza era algo parecido a un río con un curso bien delimitado… Y ahora se ha convertido en un estuario de marisma con infinitos ramales, un ecosistema de agua salobre al mismo tiempo marítimo y terrestre, en el que es imposible distinguir dónde comienza el océano y acaba el afluente. Ni siquiera es necesario planteárselo, sólo debemos comprender que estamos en un sitio distinto mucho más pródigo y con características propias (no olvidemos que estos humedales son las zonas más ricas y fértiles del mundo), que carece de lindes y en el que es ridículo fijar líneas divisorias porque mutan según las mareas o el paso del tiempo. Así, si asemejamos la fotografía con esta desembocadura sin intentar entenderla desde el prurito teórico para evaluarla desde lo inclusivo o lo exclusivo, debemos aceptar que en el siglo XXI ha alcanzado tal estatus de poder como medio visual absoluto, que en una cultura como la nuestra –volcada en la imagen, cada vez más gráfica y menos textual-, no sólo se permite relegar en muchos casos a las antiguas Bellas Artes, sino que además las condiciona y determina. En este sentido, su capacidad omnímoda podría ser comparable a la dimensión integral de Internet en relación con los mass-media convencionales: la red los ha absorbido al mismo tiempo que ha logrado acrecentar su caudal comunicativo hasta niveles insospechados y jamás imaginados pocos años atrás.

Has trabajado, entro otros, con algunos de los más prestigiosos fotógrafos españoles: Ángel Marcos, Dionisio González, Miguel Ángel Tornero, y ahora Fontcuberta… Dinos en dos palabras qué te ha aportado cada uno.

Cada uno representa momentos distintos, etapas diferentes de mi trayectoria. Cuando preparamos la individual de Ángel Marcos, yo estaba empezando y tenía bastante menos experiencia. De él valoro su compromiso social y esfuerzo por huir de lo fácil. Siendo un artista que maneja como nadie los grandes formatos fotográficos, sobre todo paisajes, continuamente cambia los registros y se adentra por sendas nuevas como la instalación. A Miguel Ángel Tornero lo conozco también desde hace muchos años. Me parece desprejuiciado, lúcido y sencillo. Su fotografía es intuitiva y espontánea, nada pretenciosa, pero al mismo tiempo delicada y estética. De los jóvenes españoles, desde mi modesto punto de vista, es de los que tiene mayor futuro, soy fan de su Random Series. Dionisio González es pura exquisitez, un perfeccionista obsesivo. Aunque sus obras pueden seducirte por su cuidada estética, lo verdaderamente importante es el fondo de cada proyecto. Cada una de sus imágenes nace de intereses profundos, siempre anda preocupado por el sentido del ser humano y su relación con la Naturaleza, por cómo vive el hombre en el mundo, por eso le interesa tanto la arquitectura. Joan Fontcuberta es un personaje público al que se respeta mucho en el ámbito expresivo, una figura de verdadera importancia en el ámbito de la teoría, la investigación y la creación. Tiene un gran sentido del humor pero de primeras, es reservado. Lo que más me sorprende de él es la facilidad con la que escribe y habla, sin ninguna duda es el mejor orador que conozco. Sobre todo, porque explica mejor que nadie, con sencillez y acudiendo a ejemplos continuos, conceptos complejos vinculados a la imagen y nuestra cultura visual.

Actualmente en la Sala Canal de Isabel II podemos ver tu última propuesta curatorial, Joan Fontcuberta. Imago, ergo sum. ¿Cómo se inició este proyecto?

Yo había trabajado antes con la Comunidad de Madrid, eso dio pie a establecer unas relaciones fluidas que sirvieron para que los responsables de la programación expositiva confiaran en mi labor y criterio. A partir de aquí, era habitual que intercambiáramos opiniones sobre proyectos futuros. A mí me interesa muchísimo el trabajo de Joan y a ellos les encajaba muy bien una exposición suya en 2015, hacía mucho tiempo que no se veía un gran proyecto de Fontcuberta en Madrid. En un momento determinado, pensaron que yo era el adecuado para llevar a cabo esta exposición y asumir esa responsabilidad, por lo que les estoy muy agradecido; especialmente a Elena Fernández Manrique, en ese tiempo asesora de artes plásticas, y a Antonio Sánchez Luengo, subdirector general de BBAA, que fueron los que me encomendaron el encargo.

Imago, ergo sum es la exposición más completa de Joan Fontcuberta en Madrid hasta la fecha. El proyecto contempla nueve series concebidas todas desde 1984 hasta 2014. Siete de estos proyectos pueden visitarse en la propia Sala Canal de Isabel II y los otros dos en diferentes museos de la ciudad. FAUNA SECRETA en el Real Gabinete de Historial Natural del Museo Nacional de Ciencias Naturales y LA SIRENA DEL TORMES en la sala Orígenes del Museo Nacional de Antropología. Los proyectos incluidos en el Canal de Isabel II se han elegido por su afinidad con el espacio, un lugar con mucha personalidad donde encajan excepcionalmente bien trabajos como TREPAT, SPUTNIK, PIN ZHUANG y SECURITAS. En la planta baja hemos dado un sitio privilegiado a los libros, que cobran mucho protagonismo, y además hemos planteado una instalación novedosa, absolutamente distinta de lo hecho hasta ahora, de HERBARIUM.
Esta recopilación de trabajos que se han seleccionado no muestra cada serie de forma exhaustiva ni ha pretendido señalar una selección excluyente. Más bien al contrario, se ha buscado explicar la idea central de la exposición acudiendo a un conjunto significativo y suficientemente esclarecedor. También se podrían haber incluido otras propuestas como Hemogramas, El artista y la fotografía o A través del espejo que encajan igualmente con el argumento acotado. Lo que pretendemos es constatar una condición característica en la obra de Fontcuberta que no ha sido revisada antes desde este punto de vista, por lo que los nueve ejemplos elegidos se convierten así en un muestrario que corrobora la importancia de estas estrategias discursivas en su recorrido a lo largo de los años. Su originalidad estriba en la asunción de la fotografía como un medio nuevo que, a diferencia de otros lenguajes heredados de las artes plásticas tradicionales, permite desarrollar líneas equivalentes de un mismo proyecto, unas ajustadas a un espacio expositivo y otras a las páginas de un libro.

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Detalle exposición Imago, ergo, sum. ©Pedro Martínez de Albornoz

¿Qué nuevas perspectivas críticas ofreces en esta propuesta?

Esta es una pregunta importante que me preocupaba especialmente, sobre todo al saber que trabajaba con uno de los autores más prolíficos de nuestro contexto, con infinidad de exposiciones en todo el mundo. Fíjate, cuando empezamos a idear esta exposición en la primavera de 2014, Joan tenía una ambiciosa muestra en el Science Museum de Londres… Había que buscar un enfoque inédito que resultara atractivo para el artista y para mí, que fuese capaz de aportar algo nuevo a la trayectoria de Fontcuberta, con lo difícil que es eso. A ninguno de los dos nos interesa una simple recopilación de proyectos, eso es muy básico y no iba a ningún sitio, resultaría un simple muestrario sin sentido, por eso buscamos un planteamiento inédito donde se explicara, de manera clara, la importancia que tienen los modos en que consigue hacer llegar a un receptor un mensaje a través de la imagen. Digamos, es la primera vez que se enfoca el trabajo de Joan Fontcuberta desde el CÓMO y no desde el QUÉ, considerando los instrumentos de los que se sirve para activar determinados resortes en la cabeza de espectador. Su obra no es aquí lo más importante, sino el modo en que vehicula las ideas a través de la imagen, principalmente desde dos puntos de vista: 1) la creación de un contexto o atmósfera; y 2) el uso del libro como plataforma creativa.

La tesis central de esta exposición señala a Joan Fontcuberta como un artista de ideas, de conceptos, por encima de un simple creador de imágenes. Reivindica a Fontcuberta como un artista conceptual de importancia no sólo en el mundo de la fotografía, sino en el de la expresión visual. Sus proyectos superan los constreñidos límites en los que muchos ortodoxos se han empeñado en acotar a la fotografía. Su obra genera reflexiones a partir de la imagen. Su trabajo trasciende continuamente lo que se ha considerado fotografía a lo largo del siglo XX, unos criterios en su mayoría heredados de las bellas artes, para poner en entredicho su entidad, mucho más compleja y versátil de lo que puede aparentar a simple vista. Imago, ergo sum viene a ilustrar una tesis fácilmente constatable a lo largo de la trayectoria de Joan Fontcuberta: la comprobación que desde el inicio de su carrera la imagen fotográfica ha tomado diferentes formas de presentación en sus trabajos, pocas veces adscrita simplemente a la representación bidimensional. De hecho, desde principios de los años ochenta del siglo pasado ha sido habitual en su trabajo el uso de diferentes objetos, dispositivos e instalaciones que sirvieran de apoyo al discurso de cada nueva propuesta que afrontaba. Estos mecanismos de exhibición han ido normalmente en paralelo al desarrollo de un proyecto creativo con forma de libro, un producto genuino con voluntad de obra que posibilita que la fotografía despliegue mejor su potencial sintáctico. Para el artista, tanto la disposición en espacio, museográfico y extramuseográfico, como el ejemplar publicado cobran igual importancia, actúan como dos planteamientos tangentes al servicio de un mismo concepto.

¿Cómo definirías a Fontcuberta y su relación con la fotografía?

Fontcuberta es un visionario de la imagen, un excepcional pensador, teórico, orador y artista que ha participado con protagonismo de todo lo que ha acontecido en la fotografía española primero, y europea después, en las últimas cuatro décadas. Desde mi punto de vista, es un superdotado con una gran energía y una visión positiva del mundo, alguien optimista que mira siempre al futuro y sabe sacar lo mejor de cada situación. En 1998 obtuvo el Premio Nacional de Fotografía, concedido por el Ministerio de Cultura de España, y en 2011 el Premio Nacional de Ensayo. En 2013 se convierte en el primer español que consigue el Premio Hasselblad como reconocimiento al conjunto de su actividad fotográfica, uno de los galardones más prestigiosos del mundo que también han recibido autores como Ansel Adams, Cartier-Bresson, Sebastião Salgado, Richard Avedon, el matrimonio Becher, Jeff Wall, Hiroshi Sugimoto, Nan Goldin o Robert Frank… Esto da una idea de su nivel y consideración.

Aunque ya desde 1972 comienza a realizar fotografías experimentando con la cámara y sus resultados, durante esa primera época se señala como un activo agente propulsor que colabora con la revista Nueva Lente y las actividades divulgativas que se organizaban alrededor, aportando entusiasmo, criterio y sentido a la causa de la fotografía española, efervescente en aquel tiempo pero inmensamente retrasada con respecto a otros países. Además de un hacedor de imágenes, con poco más de veinte años se convierte en el teórico e ideólogo de su generación, una labor intelectual que desempeña con energía y dedicación, intentando suplir las flagrantes carencias historiográficas que padecíamos entonces.
Precisamente, una de las singularidades que distingue su trayectoria es su exhaustivo conocimiento de la historia de la fotografía, así como sus agudas reflexiones teóricas en torno a este lenguaje y los cambios que ha vivido en los últimos años. A esta vertiente investigadora y analítica debemos sumar su incesante actividad docente y de divulgación. Sin duda, Fontcuberta es uno de los mayores especialistas españoles de la materia, de los más respetados y escuchados, un conocimiento que lo habilita para detentar una visión global muy considerada a nivel internacional. Su postura al respecto es heterodoxa y antipurista, ya que para definir la fotografía entiende que lo verdaderamente esencial son los valores culturales e ideológicos que la envuelven, no un patrón moldeado en función de su naturaleza técnica y condicionado por un procedimiento, como tradicionalmente se ha interpretado de forma general, sobre todo en las prácticas analógicas. A su entender, la fotografía es una cultura de la visión que va modificándose según las épocas. No existe por tanto una unidad ontológica que la conforme; su esencia es mutable, adaptable a cada tiempo, lugar e incluso persona.
Proveniente de una familia dedicada al mundo de la publicidad, Joan Fontcuberta estudió Ciencias de la Información en Barcelona, por lo que el ámbito de pensamiento en el que se formó está más cercano a los medios de comunicación, la propaganda y la divulgación de anuncios o la semiótica que al entorno convencional de las Bellas Artes. Sus planteamientos no proceden de las teorías estéticas, sino que nacen de otras motivaciones más interesadas en aspectos visuales, icónicos y de eficacia comunicativa. Para él, la manera en que se vehiculan los contenidos es trascendental, un aspecto que condiciona la singularidad del mensaje. Sus proyectos procuran poner el énfasis en la recepción y el modo en el que el contenido se traslada al espectador, un eslabón de la cadena que considera esencial y tiene presente en cualquiera de sus proyectos.

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Detalle exposición Imago, ergo, sum. ©Pedro Martínez de Albornoz

Imago, Ergo Sum hace alusión al axioma cartesiano cogito, ergo sum. ¿Cómo se sustenta este concepto en la exposición?

El título hace referencia a la situación que padecemos hoy: habitamos un mundo plagado de estímulos donde continuamente somos asediados por imágenes; lo visual ha sustituido al pensamiento e incluso a la escritura, la imagen se ha convertido en un valor supremo, la representación suplanta a la realidad, la imagen distorisionada de los espejos cónvavos y convexos de los que nos habla Valle-Inclán en Luces de Bohemia (facebook, twitter, instagram, internet….) tiene más importantacia ahora que el mundo real.

Imago, erso sum es una sentencia que determina y marca el sentido del trabajo del artista, desde sus inicios hasta ahora. Esta aserción no fue una ocurrencia puntual, sino que está extraída del primer capítulo de La cámara de Pandora, el libro de Joan Fontcuberta que ganó el Premio Nacional de Ensayo en 2011. Aquí el autor reflexiona sobre los cambios irreversibles que estamos viviendo en los últimos años debido a internet y la masificación de las imágenes, explica de forma elocuente cómo él existe gracias a la fotografía. Se detiene a relatar con detalle el modo en el que un simple retrato tamaño cartera de su padre enviado por correspondencia a su madre, fue el detonante decisivo que hizo germinar la relación de sus progenitores. Esta anécdota personal le lleva a una deliberación de más calado a partir del conocido axioma cartesiano cogito, ergo sum, afirmando con rotundidad que hoy existimos gracias a las imágenes: IMAGO, ERGO SUM. Fotografiamos y somos fotografiados, creamos imágenes y formamos parte de ellas. Por tanto, el mundo de hoy no puede entenderse sin este aforismo que da nombre al libro, una frase que lo identifica de pleno porque no solo da sentido a su vida, sino también a su carrera, que ha vinculado desde siempre fotografía y pensamiento como una aleación sustancial. Para el artista, la fotografía –tal como ya anticipó Vilém Flusser–, es indudablemente una forma de filosofía que organiza y orienta el conocimiento de la realidad, una disciplina cada vez más relevante en nuestra sociedad que no puede separarse de los aspectos tecnológicos, ideológicos y culturales que caracterizan cualquier época.

Además de crítico y comisario, editas un portal sobre arte contemporáneo como Presente Continuo y una revista web como La Raya Verde, dos iniciativas que apuestan por críticos de arte y escritores emergentes. En el ámbito del comisariado, ¿cuál es tu compromiso con los más jóvenes?

El máximo compromiso. Entiendo y asumo que igual que en su día a mí me ayudaron y orientaron, yo ahora tengo la responsabilidad de ayudar y orientar a los que están empezando. Es una cuestión de principios, todos hemos comenzado alguna vez y vamos creciendo por el camino. Me gusta ayudar a la gente joven, confiar en ellos y, si se les ve entusiasmo, humildad, capacidad de esfuerzo y sentido común, apoyarlos. He implicado a veinteañeros sin experiencia en proyectos de envergadura como Stand By_012. Guía de Fotografía Andaluza Actual o exposiciones de relevancia, en su mayoría todos fueron alumnos míos. Si se aplican, si trabajan… Y además poseen aptitudes, terminan aprendiendo los resortes del mundo del arte, entendiendo sus engranajes y conociendo sus agentes. Muchos de esos a los que en sus inicios llevé de la mano, acabarán dentro de unos años superándome, para mi alegría. Eso es una satisfacción porque muchos partían de cero. Yo les enseño el camino, les doy oportunidades y así van progresando. Una vez tienen los cimientos, los dejo solos y fuerzo a que asuman responsabilidades, a que tomen decisiones. De alguna manera, es una manera de que mi modo de ver el mundo y hacer, perdure en ellos. Hay que ser expansivos y compartir, es la única forma de crecer.

Lo fundamental, es que proyectos como La Raya verde o Presente Continuo sirven de puerta de entrada para gente joven que quiere dedicarse a este mundo sin ser artista, gente que escribe bien o posee otras cualidades y no tiene otro modo de darse a conocer… Esto les sirve para coger experiencia y confianza. A partir de aquí, empiezan a hacer otras cosas: textos para artistas, comisariados, alguna conferencia, charlas, clases… Poco a poco van teniendo un sitio pequeñito y si perserveran, si logran mantenerse -eso es lo verdaderamente difícil de esto, estar ahí año tras año-, acabaran teniendo una voz que trascienda y desarrollando proyectos propios a nivel profesional. Hacer algo puntual no tiene importancia, aunque sea en el MoMA, es una anécdota. Lo meritorio es permanecer. Debemos entender que en cualquier ámbito de la vida las generaciones se van sucediendo, que nadie aparece por combustión espontánea, que todo es un proceso de madurez. Todos estuvimos alguna vez en la cola de la fila y poco a poco fuimos avanzando.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

2016 será un año intenso. Acabo de inaugurar una colectiva en Marbella dedicada a la gramática de la pintura. Estoy preparando un libro importante de los primeros trabajos de Miguel Ángel Tornero y acabando un texto sobre la última serie de Ángel Mateo Charris, Los mares del Tiki. A nivel de exposiciones, continuamos con el ambicioso proyecto de diálogo entre España y Marruecos Expectativa y Memoria, una muestra de varios autores que en primavera podrá verse en la Real Academia de San Fernando de Madrid y en otoño viaja a Bilbao. En mayo, comisariaré una mirada personal a los fondos de la colección Cajasol en su nueva sala de Sevilla. En junio, soy responsable de un hermoso proyecto sobre la inmigración en Europa que se incluye dentro del marco de PhotoEspaña. En el tercer trimestre, es posible que Imago, ergo sum viaje a otra ciudad española y finalizamos el año con un mano a mano entre Miki Leal y Charris con una exposición que se centra en el viaje como leit-motiv y podrá verse en Granada.

© XTRart

Con la colaboración de Laura Antolínez

 

 
 
 

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