Sólo Banksy, por Carlos de Antonio

El enigmático artista británico Banksy se mantiene, ahora más que nunca, al tanto de lo que ocurre en el mundo para renovar la mayor característica de sus graffitis: la crítica social. Sus últimas obras versan sobre el drama de la crisis migratoria de ciudadanos sirios cuyo destino es acabar hacinados en campamentos de ciudades europeas.

Imagen cortesía de BanksyImagen cortesía de Banksy. ‘Opposite the French Embassy, Knightsbridge’

Ya lo advirtió con su primer graffiti en Calais, Banksy estaría muy atento a todo lo que ocurriese en relación a la ola de exiliados que azota el continente europeo. Con su osadía habitual cogió una de las figuras más importantes y reconocibles del último siglo, el fallecido gurú de Apple, Steve Jobs, y lo colocó en una posición inédita: la de refugiado sirio buscándose la vida macuto en ristre. Su emplazamiento tampoco fue elegido al azar, ya que situó su obra en uno de los muros de la entrada de La Jungla. Nombre por el que se conoce al campamento de refugiados de la ciudad francesa, lugar abarrotado de tiendas de campaña de inmigrantes.

Así consiguió uno de los objetivos que persigue constantemente: causar que sus murales estarcidos llamen la atención primero, y fomenten debate después. Ya que su enfoque sobre los refugiados no estaba dentro del argumento principal de los derechos humanos universales sino que defendía los grandes avances que las personas expatriadas podrían originar en la sociedad. Como escribió el artista inglés en su página de Facebook: «A menudo nos quieren hacer creer que la inmigración es una carga para los recursos de un país pero Steve Jobs era hijo de un inmigrante sirio». La obra recibió elogios incluso de la alcaldesa de la ciudad, Natacha Bouchart, manifestando que «es muy buena y tiene mensaje» y ordenando protegerla con vidrio o plástico transparente.

No fue el único mensaje de Banksy, que también ilustró otras partes de la ciudad del norte de Francia. En la playa emplazó a un joven observando al país vecino (Reino Unido) mientras un buitre se posa en el telescopio. Adicionalmente, se desplazó a las cercanías de la oficina de inmigración para hacer un «homenaje moderno» a La balsa de la Medusa (1819) de Théodore Gericault. En la composición vemos como un grupo pide auxilio en medio de la tempestad mientras a lo lejos navega un crucero de lujo. «We’re not all in the same boat», rubricó el artista en su web.

Pero eso fue en hace más de un mes y, lamentablemente, la situación se ha recrudecido en Calais. El pasado 5 de enero se produjo un incidente escabroso en el mismo refugio (La Jungla) cuando, dentro de una redada policial, las fuerzas de seguridad francesas lanzaron gases lacrimógenos, balas de goma y granadas de contusión. La respuesta de Banksy ha tardado en producirse, pero finalmente se manifestó el pasado domingo en frente de la embajada francesa en Londres. En esa esquina de Knightsbridge nos volvemos a encontrar con otra referencia popular (otra de sus especialidades), en esta ocasión la niña del cartel de Los Miserables con la bandera francesa hecha jirones y los ojos llorosos víctima del gas lacrimógeno. A su lado, un código QR que al escanearlo lleva directamente al vídeo de Youtube que documenta dicha redada. Aunque podría haber elegido cualquier otro lance, puesto que esta misma semana se han vuelto a vivir momentos de tensión en la zona al querer marcharse los inmigrantes en masa hacia las islas británicas.

Convirtiéndose en una de sus obras más explícitas, denuncia abiertamente la situación de desamparo e injusticia vivida dentro de una nación con valores tan antagónicos. Esos valores y no otros son los pilares sobre los que se sustenta la obra de Victor Hugo, dando voz a los oprimidos que tratan de subsistir en un mundo cambiante con claros peligros de radicalización en sus instituciones. Bansky, sabedor de su relevancia informativa, parece querer tratar un tema que ya no recibe tantos titulares en los medios de comunicación pero que sigue erigiéndose como uno de los mayores dramas de los últimos tiempos.

Para tal finalidad echa mano de la particularidad interactiva de sus obras, traspasando las limitaciones del material físico gracias a enlaces QR a internet para complementar el subtexto de los graffitis. Sistema parecido al que ya utilizara en su residencia de un mes en Nueva York en 2013, en la que echó mano de su sitio web como una guía multimedia a las composiciones que iba dejando salpicadas por toda la Gran Manzana. Su legión de seguidores actualizaba constantemente la página para descubrir si había una nueva obra y, en caso afirmativo, para correr hacia ella como si de una yincana se tratase.

Lo digital se alía de manera congruente con lo terrenal, aprovechando otra de las cualidades de Banksy: su viralidad en las redes. Y todo indica a que el ilustrador tomará ese camino para continuar satirizando lo corriente y denunciando lo aberrante. Esperemos que por mucho tiempo más.

Por Carlos de Antonio

© XTRart

 

 
 
 

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